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Felicitas multos habet amicos - szczęście ma wielu przyjaciół.
Indeks Eddings_Dav D20021169 arteuza
 
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carcajadas. Allí había una serie de caballitos muy bonitos, de extremidades firmes como
las de las cabras, en su mayor parte enteros y llenos de brío. Bajo el peso japonés
hubieran dado una muy decente infantería montada. Pero ahí estaba aquella nación,
inclinada a la imitación ciega, intentando hacer con ellos una caballería pesada. Mientras
los pequeños animales trotaban en círculo, muy serios, no les importaba lo que hacían.
Pero cuando se trataba de sablear la cabeza de un turco sus objeciones eran realmente
considerables. Me ahijé una sección que, armada con largas espadas de madera, se
entretenía en decapitar turcos. Un caballito partió al más gentil galope lento, mientras el
jinete recogía todas las riendas en una sola mano y sujetaba el sable como si fuese una
lanza. Luego, el animal hizo un pequeño rehuso, sacudió su cabeza peluda y se puso a
pasear alrededor de la cabeza de turco. Ninguna presión de rodilla o rienda le comunicaba
qué se esperaba de él. El hombre que llevaba encima se puso a sacudir las espuelas desde
el cuarto delantero hasta la grupa, y a sacudir la quincallería que habían puesto en la boca
del pobre animal. El caballito no podía ni encabritarse, ni cocear, ni hacer saltar al jinete
entre sus orejas; pero con una sacudida se libró de su carga, que resbaló al suelo. Vi
ocurrir eso mismo tres veces. La catástrofe no alcanzaba la dignidad de una simple caída.
Aquello era el torpe desplome de la incompetencia con el añadido de guantes de
estambre, una monta a dos manos y una bala de heno como equipo. Muy a menudo el
caballito iba directo al poste, y el jinete asestaba un tajo por detrás a la cabeza de turco, lo
cual casi le hacía salir despedido de la silla, que era «un mundo demasiado ancha». 89 Y
esa solemne representación se repetía una y otra vez. Puedo decir con toda honestidad
que los caballitos tienen una gran predisposición a romper filas y abandonar a sus com-
pañeros, cosa que no haría un caballo de las tropas inglesas; pero imagino que eso se
debe más a los asuntos privados urgentes del caballito que a la destreza en su
adiestramiento. Las tropas se lanzaron una o dos veces a la carga a un galope aterrador.
Cuando los hombres querían detenerse, se echaban atrás y tiraban de las riendas, y el
caballito bajaba la cabeza al suelo y fastidiaba cuanto podía. Lanzaron una carga en mi
dirección, pero fui clemente y me abstuve de desensillar a la mitad de los jinetes, cosa
que sin duda hubiese conseguido extendiendo los brazos y gritando « ¡Hi! ». Lo más
triste era la penosa aplicación mostrada por todos los artistas del circo. Tenían que
convertir a aquellas ratas en caballería. No sabían nada del arte de montar, y sabían que
estaba mal lo que hacían; pero las ratas tenían que transformarse en caballos de batalla.
¿Por qué no había de tener éxito el proyecto? Había, en los rostros de los hombres, un
asombro paciente y patético que me infundía ganas de tomar a uno de ellos en brazos y
tratar de explicarle algunas cosas; cómo manejar las riendas, por ejemplo, y la futilidad
de colgarse sobre las espuelas. Cuando el ejército hubo terminado y mientras las tropas se
alejaban al paso, la Providencia envió diagonalmente, a través del campo de maniobras,
al galope, a un hombre alto y huesudo montado en un espumeante caballo americano
rojo. Al animal se le estremecían las aletas de la nariz, desplegó el estandarte de su cola y
brincó por el campo, mientras su jinete, con un brazo caído, permanecía erguido, guián-
dolo ligeramente a golpes de cadera. Los dos sirvieron para calificar lo que los rodeaba.
Alguien, de veras, debería explicar al Mikado de aquellos caballitos no estaban
destinados a ser montados por dragones.
Si los cambios y vicisitudes del servicio militar les hacen combatir alguna vez contra
tropas japonesas, no sean duros con su caballería. No lleva malas inten ciones. Pongan en
89
«World-too-wide». Shakespeare, Como gustéis.
Librodot Viaje al Japón Rudyard Kypling
el suelo algunos petardos para que los caballos los pisen y manden una patrulla a recoger
lo que quede. Pero si se enfrentan a infantería japonesa al mando de algún oficial
continental, no tarden en abrir fuego cerrado, a la mayor distancia posible para hacer
blanco. Son hombrecillos de mala idea y se las saben todas.
Después de haber resuelto a fondo la faceta militar de la nación, exactamente del
mismo modo que mi amigo japonés, al comienzo de esta carta, había resuelto nuestras
cosas militares (en base a doscientos hombres elegidos al azar), me dediqué a un examen
de Tokyo. Estoy cansado de templos. Su monótono esplendor me da dolor de cabeza.
También a ustedes les cansarán los templos a menos que sean artistas, y entonces sentirán
asco de sí mismos. Hay gente que dice que Tokyo cubre una superficie igual a la de
Londres. Otros dicen que no tiene más de diez millas de largo por ocho de ancho. 90 Hay [ Pobierz caÅ‚ość w formacie PDF ]

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    Ja błędy popełniam nieustannie, ale uważam, że to jest nieuniknione i nie ma co się wobec tego napinać i kontrolować, bo przestanę być normalnym człowiekiem i ze spontanicznej osoby zmienię się w poprawną nauczycielkę. Jeżeli mam uczyć dalej, to pod warunkiem, że będę sobą, ze swoimi wszystkimi głupotami i mądrościami, wadami i zaletami. s. 87 Zofia Kucówna - Zdarzenia potoczne

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